C247.1
'Dónde estoy….'
Habían pasado varios días desde que la Semilla de la Oscuridad había florecido.
Sin embargo, seguía siendo un Mercenario Platino. Vis es el poder de la mente.
Aún no había perdido por completo la cordura. De vez en cuando, recuperaba la racionalidad.
Parpadeó. A medida que la oscuridad total que ocultaba su visión se hizo más clara, tomó conciencia de sí mismo.
Un monstruo empapado en sangre. El aura de energía oscura que emanaba de su cuerpo tiñó la hierba que lo rodeaba de un color turbio.
Sus momentos de cordura eran cada vez más escasos.
Al final, su razón nunca volvería a salir a la superficie.
Aun así, no había nada que pudiera hacer.
El agua ya se había desbordado y ni siquiera un Archimago podía revertirlo.
Con el tiempo podría fusionarse con sus instintos y convertirse en una bestia demoníaca aún más brutal.
Pero una cosa estaba clara: ya no era dueño de sí mismo.
Tomó conciencia de sí mismo, posado en un árbol, congelado como una estatua.
Estaba herido. Le dolía todo el cuerpo. Parecía que sus nervios no estaban completamente entumecidos, ya que todavía podía sentir dolor.
Giró la cabeza de forma imprudente, intentando sacudirse las cadenas que lo ataban, pero fue inútil. La sensación de ser consumido era escalofriante.
Sin embargo, incluso sabiendo que no podía resistirse, no deseaba terminar con su vida de esclavo.
Aquellos que ganaron vida a través de la Semilla de la Oscuridad se aferraron desesperadamente a ella.
Convertidos en bestias, se perdieron, masacrando y destruyendo todo lo que veían.
Los humanos dominados por los instintos de la energía oscura eran más salvajes que las bestias demoníacas.
"Gr ...
Esta vez, su cuerpo físico había recibido un golpe. Mientras la Semilla de la Oscuridad reparaba su carne, recuperó momentáneamente el sentido.
Miró a su alrededor y vio un cadáver destrozado.
La sangre, todavía caliente, no hacía mucho que había dejado de fluir, manchando el suelo.
'¿Caballeros?'
Entrecerró los ojos. Una espada yacía en el suelo. Un cuerpo entrenado. El atuendo era el de un caballero negro.
Reconoció a su oponente.
'Maté... a los Caballeros del Ala Negra.'
Sonrió con picardía. Un sentimiento salvaje se apoderó de él. Incluso como Mercenario Platino, enfrentarse a esos caballeros de manera imprudente no era una opción.
Las imágenes que había visto pero no registrado regresaron a su mente.
Recordó contra quién había peleado.
'El Gran Duque.'
El Gran Duque de Renosa. Un gran noble que gobernaba el Principado de Renosa. Su visión lo había llenado de una furia asesina.
En un principio era un mercenario, un plebeyo.
En lo más profundo de su corazón había resentimiento hacia aquellos de alto estatus que lo controlaban con dinero.
Había apuntado al Gran Duque, pero sólo logró herirlo en un ataque sorpresa, sin lograr matarlo.
La protección de los Caballeros del Ala Negra era feroz. Habían destrozado su piel.
Pero él era fuerte. La Semilla de la Oscuridad le había otorgado un poder increíble.
Había destrozado a varios Caballeros del Ala Negra.
'¿A dónde fue…?'
Sus ojos bestiales escrutaron los alrededores. Sintió una sed extraña.
Mientras algunos caballeros lo retenían, los otros Caballeros del Ala Negra se habían llevado a su sangrante amo.
Sintiendo la derrota, se dispersaron para proteger a su amo.
En medio de esa espesa niebla, no sabrían dónde estaban los demás.
Encontraría al Gran Duque. ¿Beber su sangre y arrancarle el corazón calmaría su sed?
El sentimiento demoníaco salvaje se apoderó de él. Se lamió los labios con la lengua.
"Grrr."
Un gruñido bestial se escapó de entre sus dientes, casi como una risa.
Empezó a moverse lentamente.
En esta niebla, para encontrar al amo de Renosa.
No podrían haber ido muy lejos.
*
Era una cueva oscura, una cueva pequeña cerca de un acantilado, oculta por arbustos.
La entrada era estrecha, pero el interior era relativamente espacioso.
Podrían caber unas cuantas personas dentro.
Había cuatro personas dentro. Cuatro hombres adultos apretujados, hablando en voz baja.
“¿Qué clase de monstruo es ese?”
Uno de los Caballeros del Ala Negra murmuró. Su rostro mostraba tensión y miedo.
Resurgieron los recuerdos de huir con su amo, dejando a sus compañeros luchando desesperadamente.
Sólo después de escapar una distancia considerable y esconderse aquí pudieron suspirar de alivio.
—¡Cállate! Podría seguirnos.
Un camarada les advirtió. El sudor les perlaba la espalda. Habían sobrevivido porque eran los más cercanos al Gran Duque. No es que los hubieran elegido específicamente.
“Su Alteza, el Gran Duque.”